La decoración con efectos brillantes y metalizados es uno de los recursos más efectistas y elegantes que puede aplicarse sobre la obra cerámica. Hay varias formas de conseguirlo, y una de ellas consiste en utilizar lustres en tercer fuego. A continuación os hablamos sobre materiales e ideas que os ayudarán a desarrollar este trabajo.
Los lustres que se venden ya preparados en el mercado se pueden aplicar directamente sobre piezas ya esmaltadas. El más conocido es el lustre de oro, pero existen muchos otros colores que van del platino, al oro cobrizo, al lustre naranja, amarillo, azul… Todos ellos tienen en común aportar un efecto brillante y metalizado a las piezas de cerámica, así como su cocción en tercer fuego.
El lustre puede aplicarse con pincel, para obtener resultados muy precisos, así como mediante pulverización, con aerógrafo. Es muy importante, siempre, que la pieza esté limpia y seca.
Una herramienta muy útil es el aplicador de lustres. Se trata de una herramienta metálica que tiene incorporado una punta extremadamente fina. En la parte superior de la herramienta se carga el lustre. Con muy poquita cantidad, es suficiente para hacer un trabajo como filetear un plato, por ejemplo.
Ejerciendo mínima presión sobre la punta del aplicador, el lustre comienza a salir, permitiendo realizar líneas muy finas, o más gruesas si se realiza el dibujo con lentitud.
Las principales ventajas de esta herramienta son la precisión y el ahorro de material.
El lustre se aplica siempre sobre piezas esmaltadas. De hecho, si se quiere obtener un efecto muy brillante, es importante que la pieza esté bien cubierta de esmalte brillo. Si se aplica lustre sobre una pieza mal esmaltada, o con barniz mate, el resultado del lustre será mate. Lo cual no tiene por que ser un problema. Muchos artistas buscan ese efecto mate en sus piezas. En el caso del oro, se obtendrá un color más bronce, por ejemplo.
Pero si queremos que el lustre brille mucho, es importante este punto.
También hay que tener en cuenta que excesiva cantidad de lustre puede provocar también efecto mate o incluso blanquecino. Este último resultado no es estético.
En ocasiones, cuando se limpia sobre el lustre aplicado o se repasa con una segunda capa, estando la primera demasiado seca, se arrastra el material aplicado. Entonces el lustre se vuelve levemente morado o se agrieta. Otro efecto poco deseado también.
Como regla general, los trazos tienen que ser limpios, seguros y con precisión. Aunque no hay que olvidar que cierta “desigualdad” en el trazo, gotas espontáneas por ejemplo, ofrecen acabados muy originales y únicos.
Otro punto muy importante en la utilización de lustres es la temperatura de cocción. Las piezas tienen que estar bien secas. Pero que idealmente entren en el horno el mismo día de la aplicación del lustre.
Los lustre se cuecen por debajo de la temperatura de vidriado de las piezas, entre 500 y 800 grados, en tercer fuego. Y es importante que el horno esté bien ventilado y limpio. También se puede mantener abierto, o semi-abierto, uno de los tiros de ventilación del horno (eléctrico).